lunes, 30 de mayo de 2011

marimondas del barrio abajo



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Marimondas del barrio abajo










A comienzos del presente siglo,
cuando el Carnaval de Barranquilla

ya había adquirido fama en la región

y el país, un barranquillero decidió

disfrazarse no con satín y pedrería,

pues su situación económica no se

lo permitía, sino con lo que podía

encontrar a la mano: ropa, fundas y

sacos.

Para lograr su objetivo, se puso un

pantalón y una chaqueta al revés, un

par de medias a manera de guantes e

hizo una careta con saco de harina.

Luego, con las fundas de una vieja

almohada, elaboró anillos que los

rellenó con esponja para simular unos

grandes ojos, una boca y una larga nariz.

Como buen crítico, este nativo no podía

dejar de expresar su rechazo al Gobierno

que no lo favorecía, así que elaboró una

larga corbata para demostrar su antipatia

a aquellos funcionarios que sólo van a

cobrar sueldo sin laborar. Y como último

detalle le elaboró unas orejas inmensas

parecida a las del elefante.

Así nació la marimonda, un disfraz

auténticamente barranquillero, mezcla de

primate y elefante, que representa el

espíritu del hombre nacido en Curramba La

Bella: el que le gusta divertirse sanamente

vacilándose a todos y sacándole punta a

cualquier situación .

Pero la marimonda no tuvo la acogida

esperada, pues en su afán de mofarse de

los demás, en especial de la clase

dirigente -era eminentemente clasista o,

para algunos, un resentido social- hacía

gestos vulgares y sonaba un estrepitoso

pito, llamado pea pea, desagradable al

oído. Precisamente por las reacciones

violentas de los demás, que le jalaban

las orejas y su larga nariz, la marimonda

tuvo que buscar un arma infalible:

una varita del árbol de totumo.

Las peleas no se hacían esperar y varias

marimondas terminaban sus cuatro días de

Carnaval, tras las rejas, no de una jaula,

sino de una celda por faltarle el respeto

a las autoridades, pero sólo con sus

ademanes vulgares, pues no la podían

tildar de usar un vocabulario pecaminoso

porque por encima de todo, mantenía en su

boca el pito con el que se hacía entender.

Ante tan triste final, sólo algunos tenían

la osadía de lucir este disfraz, que a la

minoría irritaba y a la mayoría la divertía

por sus saltos, su forma de ridiculizar

a la gente y su manera de rascarse todo el

cuerpo. En ese entonces, el dicho No es

nada disfrazarse de marimonda sino los

brincos que hay que dar se hizo popular.

Con los años, la vida de la marimonda se

había extinguido casi totalmente y en la

década de los 70, el disfraz sólo era

lucido por unos cuantos atrevidos.

Cesar Morales Mejía, un hombre que

nació hace 47 años en uno de los sectores

más antiguos y que vive al máximo el

Carnaval de Barranquilla, como es el

barrio Abajo, fue una de las personas que

gozó del disfraz en sus primeros años de

juventud.
La nostalgia por el disfraz estaba latente
en su corazón y sólo salió a flote en

diciembre de 1983, cuando luego de una

amanecida y aún bajo los efectos del ron,

se sentó en un bordillo con un grupo de

amigos para hablar del Carnaval, su música

y sus disfraces.

Fue en esa esquina de la tienda El Tío ,

que nació la idea de rescatar este disfraz,

a través de la comparsa Las Marimondas del

Barrio Abajo , una de las más llamativa,

numerosas y organizadas de la Fiesta del

Dios Momo, que este año, cuando cumple sus

primeros 15 años de existencia, estará

integrada por 450 personas.

El Pensionado de la empresa Telecom, Cesar

Morales, conocido como Paragitas ha hecho

de su casa, ubicada en el barrio Modelo,

la sede de las marimondas, gracias a la

alcahuetería de su esposa, Nuris Morales

y sus cuatro hijos, dos de los cuales

todavía sudan la gota gorda organizando

la guachafita, que dura cuatro días.

Describirlo no es difícil ya que desde el

comienzo se muestra tal como es: amable,

pero acelerado; con una barriga que

disminuye por el ajetreo del Carnaval,

pero que sube como espuma después de los

cuatro días de parranda; bullanguero, que

no deja escapar una frase sin una palabra

propia del barranquillero; luchador de su

gremio -preside la Asociación del Grupo

Folclórico del Atlántico-; que vive el

Carnaval durante los 365 días a través de

su danza del que hace de director,

secretario y contador, pero sobre todo,

orgulloso de haber rescatado el disfraz

autóctono por excelencia del Carnaval de

Barranquilla.

Este fue el diálogo que Cesar Morales o

Paragita sostuvo con TIEMPO CARIBE.















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